Dos lugares hermanados por la historia y la vida de montaña, que comparten los mejores instructores de esquí y un legado cultural que se transmite de generación en generación.
La Patagonia está llena de historias de europeos que llegaron, sembraron, entrelazaron sus vidas con gente del lugar y recogieron frutos con sabor a dos culturas, las que claramente dieron forma a una nueva identidad, que dejaron como herencia. El cerro Chapelco no escapa a este maravilloso proceso. Es así que este centro de esquí ubicado al sur del Neuquén escribe los primeros párrafos de su historia enlazando cuentos de pioneros locales con relatos de acento austríaco y música del Tirol.
Corría el año 1973 cuando el Gobierno del Neuquén le ofreció a Guillermo Reynal, titular de Austral Líneas Aéreas y Cielos del Sur, el desarrollo comercial del cerro Chapelco, que hasta ese momento contaba con una Escuela Provincial de Esquí y otra del Club Lácar, que enseñaban a esquiar a la gente de la ciudad. Reynal elegía cada invierno las pistas de Zürs Arlebrg, en Austria, para disfrutar de la nieve. Su instructor personal era Peter Paul, a quien invitó a Chapelco para encomendarle la creación de la primera Escuela de Esquí en el marco de su proyecto que explotaría comercialmente a Chapelco. Peter Paul, reconocido instructor austríaco, convocó a otros instructores jóvenes que quisieran sumarse a la aventura de viajar a la Patagonia argentina durante el verano europeo. Así es como llegó Alfred Auer a Chapelco, con 23 años, lleno de sueños y expectativas, luego de muchos inviernos compitiendo y enseñando a esquiar en Saint Christoph, en la Escuela Nacional de Esquí de Austria.
Alfred nació en una aldea pequeña y centro de esquí austríaco llamado Göstling an der Ybbs. Su primera temporada en Chapelco fue en 1977 junto a otros instructores austríacos y a unos pocos españoles. Al año siguiente, al verlo ganar una carrera de profesionales, Billy Reynal le ofreció la Dirección de la Escuela de Esquí de Chapelco. Además, era profesor y demostrador de la mejor escuela austríaca, cuna de la enseñanza de la técnica del esquí más importante del mundo, la que impuso la “anti-rotación” (pecho al valle) en contraposición a la escuela francesa.
Auer, quien llegó solo por una temporada “de aventura a la Patagonia”, continuó 10 años haciendo doble temporada entre Austria y Argentina hasta que se quedó definitivamente en la Argentina. “Como yo trabajaba en la Escuela Nacional de Esquí de Austria -recuerda- donde se formaban los mejores instructores, profesores de educación física y de deportes de montaña, podía elegir qué instructores traer, hombres y mujeres. Durante los primeros años, en Chapelco contábamos con un nivel de instructores que no había en otro lugar del mundo. En un principio teníamos 50 instructores austríacos y tres argentinos. Todos querían venir a la Argentina”.
Esos jóvenes de entusiasmo inagotable, que cantaban en el bosque y divertían a los esquiadores argentinos mientras enseñaban, brindaban en sus clases mucho más que técnica sobre las tablas. Compartían historias de los Alpes y entregaban en herencia algunas costumbres de la nieve del norte, como “la celebración del after-ski”.
Alojados en su mayoría en el emblemático Hotel Sol de los Andes, al cual llegaban por una semana en charters exclusivos, los turistas argentinos cenaban una vez por semana con sus instructores. Allí compartían la música y diversión tirolesa, con acordeones y cánticos que disfrutaban en veladas que aún recuerdan. Pete Somweber (hoy Cónsul austríaco en la Patagonia y ex gerente general de Chapelco), fue uno de los grandes animadores de la época.
El esquí crecía en la Argentina. Alfred capacitó gente de San Martín de los Andes como instructores locales, en quienes despertó aun más el amor por la montaña y su profunda avidez de crecer. Todos eran argentinos con raíces patagónicas, o quizás con sangre de padres y abuelos europeos que también habían elegido asentarse en el lugar.
Austríacos y argentinos en Chapelco hablaban un único idioma que era el de la pasión por enseñar en la nieve. Esta sólida fusión de culturas hizo que pronto Auer diera la oportunidad de levantar vuelo a los instructores argentinos y los llevara a Austria a hacer innumerables contra-temporadas: Nelson Williams Franklin Ravelo, Jesús Ibañez, Alex Paredes y Ángel de la Canal son algunos de los que participaron del “ida y vuelta” entre Austria y Argentina, acompañados por la figura del desaparecido Quito Astete, hijo de uno de los pioneros de Chapelco, Américo Astete. “Quito era muy buen esquiador -recuerda Auer- tenía muchas ganas de aprender y mucha capacidad”.
Aquí y allá
Las familias combinadas con personas de ambos países que hicieron hogares aquí o allá, yendo y viniendo una vez al año, fueron muchas. El recordado Peter Paul representó a los medios de elevación Dopplemayer en el país y puso una tienda de venta y alquiler de esquí en San Martín de los Andes a la que llamó Austria. Luego se casó con una argentina y tuvo hijos allí. Luego de varios años de contra-temporada, Pete Somweber se casó con una instructora argentina, con quien vivió en Austria para luego instalarse en la Argentina. Alfred Auer también se casó con una argentina y se quedó a vivir en el país. Fue director de la Escuela de Esquí de Chapelco hasta 1992 y Gerente General de la empresa desde 1998 hasta 2003. Hoy tiene su tienda de deportes de montaña, llamada Spirit Patagonia, en pleno centro de la ciudad. Verónica Astete, nacida en el seno de una familia de pioneros de Chapelco, viajó a Austria fruto de las olas migratorias de instructores, donde conoció a Richard Berger quien fuera, entre otros grandes títulos, miembro del Equipo de Demostradores de Saint Christophe. De esa relación nació Jonathan Berger, un “pura sangre” que lleva en su ADN el legado de su abuelo argentino Don Américo, de sus padres y abuelos montañeses de aquí y de allá. Hoy es instructor de la Escuela de Esquí de Chapelco y viaja por el mundo haciendo doble temporada entre Europa y Estados Unidos.
Héctor “gringo” Reviriego, un gringo de origen pero nacido y criado en San Martín de los Andes, fue mano derecha de Alfred Auer junto a Nelson Williams. Era instructor de la Escuela Provincial cuando los austríacos comenzaron a llegar y fue una pieza clave en el tejido de la trama intercultural entre estos dos países. No le faltan cuentos de la montaña, de la noche, de los días en que llegaban “los de afuera”, de quienes había mucho por aprender. Recuerdos que cuenta fácil, parado en la nieve, con su uniforme de instructor de Chapelco, que aún hoy viste.
Abrigar recuerdos
Chapelco celebra su historia y abriga tantos recuerdos vinculados con Austria que en 2019 reeditó la versión de un sweater que vestían los instructores argentinos y austríacos en su primera escuela de esquí, con las banderas de Austria y de Argentina en las mangas. Una edición limitada de este sweater fue producida para agasajar a quienes honraron la cultura de ambos países, uniéndolos en una misma huella sobre la nieve, que hoy se proyecta hacia un futuro de mayor intercambio.
En junio de 2019, a las puertas de una nueva temporada de nieve en Chapelco, el cónsul de Austria en la Argentina, Christian Irbinger, recibió a Juan Cruz Adrogué para celebrar el premio obtenido en Austria y recibió como regalo el sweater de la hermandad. Allí se selló un compromiso de mayor intercambio entre dos culturas que, fusionadas en familias, ya ofrecieron varias generaciones de montañeses. Montañeses que, cualquiera sea su color de ojos, cantan en Chapelco canciones del Tirol pero saben de asados, de mate y de puestas de sol sobre los Andes.
Nota publicada en la revista SKI Mundial 47.
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